La variedad de uva cabernet sauvignon fue en el siglo xx la más plantada del mundo y es hoy una de las más producidas. Sus viñedos se extienden por las regiones vinícolas de casi todo el planeta, incluidas las argentinas. En Mendoza, por ejemplo, la uva cabernet sauvignon suele cultivarse para elaborar vinos varietales o vinos de corte, donde la cepa se combina la malbec, la más numerosa en el país sudamericano. El origen de la cabernet sauvignon se localiza en Francia, en la región de Burdeos, y se remonta al siglo XVII. La cepa surgió de la mezcla de la cabernet franc con la sauvignon blanc. Se trata de una variedad con piel gruesa muy resistente a diferentes y cambiantes condiciones climáticas, de ahí su popularidad en las principales regiones vitivinícolas del mundo. Sus vinos, además, envejecen muy bien en botella, permitiendo así que afloren aromas y sabores que aportan complejidad al producto. La cabernet sauvignon produce vinos tintos con cuerpo y aromas a menta, eucalipto o pimiento verde. Descubra con The Real Argentina, el blog de Argento, las cualidades de esta cepa, los vinos y locales donde podrá descubrir su aroma y sabor y los alimentos de la gastronomía argentina que maridan con los vinos cabernet sauvignon. Nuestra guía sencilla de maridajes le recomienda combinar estos caldos con platos contundentes, como por ejemplo carnes rojas bastante condimentadas, pastas rellenas con salsas, o guisos como el Locro, un tradicional plato argentino a base de carne y maíz. El cabernet sauvignon es, en general, un vino potente y estructurado perfecto para la época de invierno. Aproveche para consumirlo en su visita a la provincia de Mendoza y las cumbres de la cordillera de los Andes, destino popular en los meses de más frío. La temperatura ideal a la que debe servirse un cabernet sauvignon varietal es de 16 grados.
¿Quién se atrevió a certificar que las generalizaciones no son buenas? Al menos en materia de maridajes (esta aventura de combinar bebidas y comidas), las reglas universales nos sirven de trampolín para animarnos a ir un paso más allá y mezclar, por ejemplo, un vino exótico con ese mordisco de sabor que jamás pensamos que podía armonizar bien.