Las segundas partes siempre son mejores. Al menos cuando se trata de beber y comer.
El asunto es que días pasados compartimos una guía sencilla con ideas de combinaciones entre platos y copas que pueden ser fácilmente replicadas en casa. Malbec y carbonada, un Chardonnay mantecoso con pollos agridulces o chimichurri más Torrontés: las ecuaciones cerraban por cada costado. Esta vez redoblamos la apuesta, recorriendo un puñadito de otras cepas y estilos de vinos para seguir sacándole jugo a su performance sobre la mesa.
Lápiz y papel, sacacorchos en mano y fuegos encendidos, que hay aún mucho por combinar.
Bonarda // Es de las variedades de uva más plantadas de la Argentina, y también una de las que entrega la mayor diversidad de perfiles. Sin embargo, la generalidad plantea que un tinto a base de Bonarda se mueve como un comodín sobre la mesa: acidez justa, intensidad media, perfumado y nada avasallante. ¿Maridajes? Miles, entonces, porque es de esos recursos que no fallarán cuando hay pluralidad de ingredientes. Una picada entre amigos. Una pizza de queso provolone. Empanadas de morcilla. Milanesa a la napolitana. Solo piensen que la Bonarda, al ser una cepa suavezona, se amiga mejor con preparaciones sin condimentos excesivos.

Cabernet Franc // Es la vedette de la vitivinicultura argentina, y todavía una joyita no tan fácil de encontrar por la góndola. Su boca intensa pero nariz frutada y algo mineral lo transforma en una compañía perfecta para platos con sabores ligeramente impredecibles. Hongos, ahumados, comino, carnes salvajes. También es una gran alternativa para cuando la parrilla explota de achuras: el Cabernet Franc tiende a entregar tintos rugosos, de taninos penetrantes, y nada mejor que ellos para arrollar la grasa.

Pinot Grigio // Su consumo explota en todo el mundo, de la mano del boom que suponen desde hace tiempo los divinos exponentes italianos. La Grigio es de la familia de la Pinot Noir, mucho más familiar para nosotros, y aunque se la suele ver en formato de vino blanco, lo cierto es que en el viñedo la Pinot Grigio tiene un aspecto entre azul y gris. Eso tiene un claro resultado en el mundo del maridaje: no pensemos en estos blancos como blancos de manual, repletos de frescura y simpleza. Podemos animarnos al salmón ahumado, al azafrán, a una sopa de zapallo. Pero también es una grandísima opción para disfrutar solo, refrescándolo más de la cuenta, con unos 15’ de freezer antes del descorche.
Espumosos // Imaginar a las burbujas solo para el momento del brindis es un craso error. Los espumosos son un universo aparte porque tenemos desde simples blancos frescos hasta tintos o Champagne de larga guarda. Es cierto que quedan perfectos para beberse como aperitivos al principio de una comida o al final, solo una copa como brindis… pero también podemos acompañar un menú de punta a punta. Siempre tengamos en cuenta su vinificación; si fueron elaborados con el método Charmat (en donde la segunda fermentación, la que le dará la espuma, se hace en un tanque de acero inoxidable herméticamente sellado) serán más frescos, mientras que si la segunda fermentación se realiza en la misma botella (método conocido como “tradicional” o “Champenoise”), ahí sí podemos jugarnos con un plato más contundente. Es cierto, un espumoso con una carne de cordero es un desafío, pero hay que probarlo. Un gran espumoso con cerdo (agridulce y no tanto), es infalible. Los rosados, por ejemplo, son fantásticos con embutidos o con quesos frescos como una mozzarella. Solo hay que animarse.

Rosados // Punto uno: háganse amigos de los rosados… ya no son necesariamente dulces, y hoy se consiguen etiquetas interesantísimas que valen mucho la pena. Van de maravillas, por ejemplo, con arroces con mariscos y embutidos. Un rosado de buen equilibrio, elaborado con Merlot o Malbec, encuentra una delicada armonía también con quesos como un Pategrás. Sin embargo, y más allá de todas estas combinaciones, un rosado debe ser la primera alternativa en la que pensar cuando nos sentamos en un restaurante y cada cual ha hecho un pedido diametralmente opuesto al otro; si sobre la mesa convive un bife de chorizo con una simple ensalada, la escala intermedia que propone un rosé será el destino más seguro.


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